La mayoría de las investigaciones apuntan que los
ejercicios más recomendados son aquellos basados en contracciones dinámico
concéntricas con movilización de cargas moderadas o ligeras a velocidad
moderada, reduciendo el trabajo excéntrico por estar más asociado al dolor
muscular de aparición tardía. Se aconseja una participación global de la
musculatura y una frecuencia de 3 a 4 sesiones de ejercicio, donde se alcance
una fatiga aguda de carácter leve. Así mismo, es muy necesario adaptar las
condiciones del ejercicio a las características particulares de edad y género
de los sujetos.
La práctica de actividad física es considerada en la actualidad un hábito muy significativo dentro de los estilos de vida saludables, constituyéndose en uno de los pilares fundamentales a la hora de hacer explícitas las consideraciones sobre salud dentro de nuestra sociedad.
El aumento de enfermedades propias de una sociedad sedentaria, el apoyo científico y médico a la actividad física y el impulso hacia una medicina preventiva que reduzca los costes de la medicina curativa, convierten al ejercicio físico en un importante exponente y barrera principal de oposición a esta serie de problemas de gran eco social.
La prescripción de ejercicio es el proceso mediante el cual se recomienda una práctica de actividad física regular e individualizada, para obtener los mayores beneficios en el organismo con los menores riesgos. De esta forma, el conjunto ordenado y sistemático de recomendaciones constituye el programa de ejercicio físico.
El objetivo fundamental de la prescripción de ejercicio es ayudar a las personas a incrementar su nivel de actividad física habitual y no estará orientado a la consecución de eficiencia física o rendimiento deportivo. Con la práctica regular de ejercicio se aumenta el nivel de condición física, circunstancia que mejora la respuesta funcional del organismo en diferentes parámetros que contribuyen a mejorar el estilo de vida personal.
Hemos de tener en cuenta que el sistema muscular constituye de un 35% a un 40% de nuestra composición corporal, cuya función primordial es asegurar una de las expresiones esenciales de la vitalidad del ser humano, como es el movimiento, producido en virtud de la capacidad de contracción de la musculatura. A su vez, el buen estado de la musculatura y su ejercitación influye de forma directa en el estado del sistema óseo, de tal forma que la práctica de ejercicio físico regular, reduce la descalcificación progresiva que se produce con la edad. Pero, como todo tejido vivo, responde al llamado “PRINCIPIO DE USO Y ADAPTACIÓN”, por el cual, se requiere una cierta actividad para mantener su trofismo y vitalidad. La inactividad produce un deterioro progresivo del tejido muscular como respuesta adaptativa del mismo al sedentarismo. La reducción de las contracciones musculares producirá una pérdida paulatina de sarcómeras, disminuyendo las posibilidades de movimiento e incrementando los riesgos de sufrir alteraciones óseas y musculares.
No obstante, en una sociedad cada vez más sedentaria, es necesario plantear actividades que protejan al sistema ósteo-articular y muscular de los deterioros propios del sedentarismo. No obstante, hemos de tener presente que existen variadas formas de ejercitar la musculatura y que será preciso analizarlas para determinar el tipo de ejercicio más conveniente para garantizar un desarrollo muscular saludable.
A la hora de diseñar programas de acondicionamiento muscular será preciso tener en cuenta toda una serie de factores que modifican las condiciones de producción de fuerza muscular y su influencia en el organismo desde el punto de vista de la salud. Entre los factores más importantes podemos citar: tipo de contracción muscular, resistencia a vencer, velocidad de ejecución, temperatura corporal, estado de preparación o entrenamiento, sección transversal muscular, longitud del músculo, pretensión muscular, sexo, edad, peso corporal, tipo de palanca mecánica existente, tipos de fibras musculares, coordinación intramuscular, intermuscular y estado de fatiga.
La práctica de actividad física es considerada en la actualidad un hábito muy significativo dentro de los estilos de vida saludables, constituyéndose en uno de los pilares fundamentales a la hora de hacer explícitas las consideraciones sobre salud dentro de nuestra sociedad.
El aumento de enfermedades propias de una sociedad sedentaria, el apoyo científico y médico a la actividad física y el impulso hacia una medicina preventiva que reduzca los costes de la medicina curativa, convierten al ejercicio físico en un importante exponente y barrera principal de oposición a esta serie de problemas de gran eco social.
La prescripción de ejercicio es el proceso mediante el cual se recomienda una práctica de actividad física regular e individualizada, para obtener los mayores beneficios en el organismo con los menores riesgos. De esta forma, el conjunto ordenado y sistemático de recomendaciones constituye el programa de ejercicio físico.
El objetivo fundamental de la prescripción de ejercicio es ayudar a las personas a incrementar su nivel de actividad física habitual y no estará orientado a la consecución de eficiencia física o rendimiento deportivo. Con la práctica regular de ejercicio se aumenta el nivel de condición física, circunstancia que mejora la respuesta funcional del organismo en diferentes parámetros que contribuyen a mejorar el estilo de vida personal.
Hemos de tener en cuenta que el sistema muscular constituye de un 35% a un 40% de nuestra composición corporal, cuya función primordial es asegurar una de las expresiones esenciales de la vitalidad del ser humano, como es el movimiento, producido en virtud de la capacidad de contracción de la musculatura. A su vez, el buen estado de la musculatura y su ejercitación influye de forma directa en el estado del sistema óseo, de tal forma que la práctica de ejercicio físico regular, reduce la descalcificación progresiva que se produce con la edad. Pero, como todo tejido vivo, responde al llamado “PRINCIPIO DE USO Y ADAPTACIÓN”, por el cual, se requiere una cierta actividad para mantener su trofismo y vitalidad. La inactividad produce un deterioro progresivo del tejido muscular como respuesta adaptativa del mismo al sedentarismo. La reducción de las contracciones musculares producirá una pérdida paulatina de sarcómeras, disminuyendo las posibilidades de movimiento e incrementando los riesgos de sufrir alteraciones óseas y musculares.
No obstante, en una sociedad cada vez más sedentaria, es necesario plantear actividades que protejan al sistema ósteo-articular y muscular de los deterioros propios del sedentarismo. No obstante, hemos de tener presente que existen variadas formas de ejercitar la musculatura y que será preciso analizarlas para determinar el tipo de ejercicio más conveniente para garantizar un desarrollo muscular saludable.
A la hora de diseñar programas de acondicionamiento muscular será preciso tener en cuenta toda una serie de factores que modifican las condiciones de producción de fuerza muscular y su influencia en el organismo desde el punto de vista de la salud. Entre los factores más importantes podemos citar: tipo de contracción muscular, resistencia a vencer, velocidad de ejecución, temperatura corporal, estado de preparación o entrenamiento, sección transversal muscular, longitud del músculo, pretensión muscular, sexo, edad, peso corporal, tipo de palanca mecánica existente, tipos de fibras musculares, coordinación intramuscular, intermuscular y estado de fatiga.
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